Jamás hacemos una fiesta por haber encontrado un nuevo amigo, o celebramos el aniversario de esta amistad, que en algunos casos suelen ser ya bastante añejas, y es entonces cuando en la celebración de la unión de una pareja, se celebra al mismo tiempo las amistades que forjaron la persona que en ese momento se une. Y resulta ser una victoria del espíritu en la comunión de la pareja, una victoria en el espíritu colectivo de los participes, un gozo personal atestiguar la consumación de un ciclo y el inicio de muchos más posibles, nuevos, diferentes.
Muchos pensarían que la celebración termina representando una ruptura, tal vez, tal vez no, si así fuese la herida causada, sana tan rápido que se olvida de manera intempestiva al reconocerse inherente al otro. Identificarse en esa unión, invariablemente provoca un sentimiento de posesión desprendida, la exploración, la experimentación, la unión impostergable de dos almas con cuerpo, en caminos distintos hacia una misma dirección, juntos, construyendo vida, destruyendo obstáculos, imparables, impasables, con la posibilidad arrastrándose ante ustedes, grita: bébanme de un solo trago
Cediendo ante el otro para empezar a descubrirse de a poco, para transformarse en un alma completamente nueva, renovada, que comparte soledades, que reparte voluntades, retroalimentando sueños mutuos que se convertirán en uno. Y que también celebraremos su consumación.
No hay más. No hay nada más. Larga, simple y feliz nueva vida.
VJ
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